Por qué no deberías confiar en tus emociones (II)

¿Qué es la ansiedad?

“Si eres como la mayoría de las personas, una serie de incidentes enervantes te mantendrá con la respuesta de lucha o huida activada —en un estado de desequilibrio— la mayor parte del tiempo. Tal vez el coche que te ha cortado el paso sea la única situación peligrosa real con la que te has topado a lo largo del día, pero el tráfico de camino al trabajo, la presión de tener que preparar una gran presentación, la pelea con tu pareja, el importe de la tarjeta de crédito, el ordenador que se quedó colgado y la nueva cana que viste al mirarte al espejo hacen que las hormonas del estrés sigan circulando por tu cuerpo casi a todas horas.

Entre recordar experiencias estresantes del pasado y prever situaciones estresantes del futuro, todos estos episodios estresantes a corto plazo que se repiten una y otra vez acaban amalgamándose en un estrés a largo plazo. Bienvenido a la versión del siglo veintiuno de vivir en un estado de supervivencia.

En el estado de lucha o huida, tu energía se moviliza para que el cuerpo pueda echar a correr o luchar. Pero cuando no recuperas la homeostasis (porque sigues percibiendo una amenaza), pierdes energía vital. Cuando la usas para otro propósito, en tu mundo interior dispones de menos energía para el crecimiento, la reparación celular y los proyectos regenerativos a largo plazo a nivel celular y de curación

Las células se desactivan, ya no se comunican entre ellas y se vuelven «egoístas». No es el momento para el mantenimiento habitual (y menos todavía para hacer mejoras), porque tu cuerpo está usando tu energía para defenderte de la «amenaza». Cada célula se preocupa sólo de ella, con lo que la comunidad de células deja de actuar juntas. El sistema inmunológico y el endocrino (entre otros) se debilitan a medida que los genes de estas células relacionadas con ellos se ven afectados al desactivarse las señales químicas procedentes del exterior.

Es como vivir en un país donde el 98% de los recursos se destinasen a la defensa y no quedara nada para invertir en colegios, bibliotecas, construcción y reparación de carreteras, sistemas de comunicación, agricultura y otros proyectos parecidos. Las carreteras se llenan de baches, las universidades sufren recortes y el nivel académico de los estudiantes baja, los programas de bienestar social que se ocupaban de los pobres y los ancianos se suprimen. Y no hay bastante comida para alimentar a todos los habitantes del país.

Por eso es lógico que el estrés a largo plazo se asocie con la ansiedad, la depresión, los problemas digestivos, la pérdida de memoria, el insomnio, la hipertensión, las cardiopatías, las embolias, el cáncer, las úlceras, la artritis reumatoide, los resfriados, la gripe, el envejecimiento prematuro, las alergias, el dolor físico, la fatiga crónica, la infertilidad, la impotencia, el asma, los problemas hormonales, las erupciones, la pérdida del cabello, los espasmos musculares y la diabetes, para citar solo algunos trastornos (todos ellos, por cierto, se deben a cambios epigenéticos). En la naturaleza no existe ningún organismo diseñado para aguantar los efectos del estrés a largo plazo”.

¿Cómo voy a estar bien con mis actuales circunstancias?

Pensemos en una mujer, Julieta, quien se ha separado hace poco de su pareja o está pensando en hacerlo.

Desde que sucedió la ruptura, o pulula la idea de ruptura por su cabeza, apenas puede comer, dormir o pensar en otra cosa. Continuamente se pregunta cómo ha podido llegar a esa situación. Piensa en cómo va a salir adelante con el tiempo que hace que no está en el mercado laboral. Además, ¿con quién va a dejar a sus hijos? ¿Cómo van ellos a poder hacer frente a tantos cambios? “Seguramente perderé mi casa", se dice, "y tendré que irme a vivir con mis padres”.

Todos estos pensamientos estresantes –sobre el pasado o el futuro- activan en Julieta un sinnúmero de emociones abrumadoras (que inapropiadamente denominamos  negativas) como ira, miedo, desesperanza, etc., que impiden que su cuerpo recupere la homeostasis. Es decir, al imaginar esos potenciales peligros mantiene activada la respuesta del estrés.

Y cuando esto sucede, Julieta entra en un bucle interminable. Cuantas más emociones abrumadoras, más pensamientos angustiantes aparecen que se corresponden con esas sensaciones. Y cuantos más pensamientos angustiantes mayor aluvión de sustancias químicas corriendo por sus venas que le hacen sentir mal.

¿Podemos confiar entonces en nuestros sentimientos?

Las emociones angustiantes, de baja frecuencia, embargan entonces a Julieta de tal manera, que se olvida de su realidad actual. Lo que la conduce a sentirse frágil, débil, impotente y sin recursos, ante una situación que, de estar normal, resolvería con facilidad (respuesta huida). O bien la inducen a gritar, lanzar insultos, humillar, golpear, etc. (respuesta ataque).

Y no hace falta ser un experto en relaciones para saber que este tipo de sentimientos y comportamientos no son adecuados para resolver un conflicto, ni para mantener una relación en general.

Es imposible abrir el corazón cuando uno está viviendo en alerta máxima, sintiéndose inseguro/a, con temor. En este estado es imposible dar o recibir amor, y mucho menos mantener una relación de confianza, seguridad y entrega.

Por este motivo es muy importante comprender que cuando alguien se encuentra en la situación de Julieta no puede razonar con objetividad. Da igual que las personas que están a su alrededor – o incluso ella misma- con la mejor voluntad, le digan que no se preocupe, que no es para tanto, que el futuro irá bien. En el momento en que se nos activa el SNA entramos en un proceso de ansiedad y los razonamientos lógicos no sirven de casi nada. 

👉Por eso quiero hacer especial hincapié en que seas benévolo/a contigo, que no te culpes ni te reproches nada si estás viviendo estas circunstancias. Y que lo seas igualmente, en la medida de lo posible, con otras personas que estén pasando lo mismo o parecido a ti, como muy posiblemente tu (ex)pareja y tus hijos.

Estás dando ahora un gran paso para conocerte y aprender a gestionar tu SN y, con ello, ayudarte a equilibrar tus pensamientos, tus emociones y tu comportamiento.

Raramente, quienes nos rodean poseen este tipo de conocimiento acerca de cómo funciona nuestro cuerpo, por lo que normalmente no saben cómo ayudarnos.

El mero hecho de entender porqué te sientes como te sientes o porqué actúas como actúas te apoyará a no sentirte tan incomprendido/a o solo/a.

Y es que saber cómo funciona tu organismo ¡tiene el potencial de cambiar tu vida y la de quienes te rodean!

Experimenta cómo tu cuerpo sigue a tus pensamientos

Te propongo ahora que realices la siguiente visualización (apenas dura 1 minuto) para que experimentes por ti mismo/a el enorme poder de la mente a raíz de un simple pensamiento. ¡No continúes con la lectura hasta que hayas hecho el ejercicio!

Y bien ¿Qué ha pasado? ¿Has notado como la saliva aparecía por los laterales de tu lengua? Puede que te hayas visto de repente poniendo cara de disgusto cuando estabas a punto de morderlo. Hasta es posible que hayas olido a limón. Y, sin embargo, no hay ningún limón...

Has hecho que tu fantasía fuera tan real en tu mente que tu cuerpo ha empezado a prepararse para esa experiencia, activando tus glándulas salivales. Como puedes ver, ¡tu cuerpo ha reaccionado automáticamente a un simple pensamiento! No un mal pensamiento, no un buen pensamiento, un pensamiento neutro.

Y es que para nuestro cerebro “pensar” o “imaginar” que algo sucede tiene exactamente el mismo peso neuronal que si sucede realmente. Nuestro cerebro no distingue entre realidad y ficción, y reacciona con la misma intensidad ante situaciones reales de peligro que ante pensamientos, recuerdos, ideas, etc.  ¡Así que ya ves lo poderosísima y estrecha que es la relación entre mente y cuerpo!

 Para resumir: tus emociones pueden estar jugándote una mala pasada. Pueden engañarte:

• haciéndote pensar y sentir que estás en peligro cuando en realidad no lo estás;
• para que tomes decisiones y te comportes de maneras que empeoren tu vida en lugar de mejorarla (atacando o inmovilizándote);
• hacerte entrar en estrés y vivir con ansiedad si la percepción de que estás en problemas se prolonga en el tiempo;
• haciéndote creer que la causa de lo que experimentas es ajena a ti, y que si esa causa no existiese tú no vivirías ningún conflicto, por lo que no te centras en resolver lo que está en tu mano, que eres tú y tu respuesta ante el estrés (la información que tiene almacenada dentro de ti).
• sumiéndote en un estado de supervivencia que te impide dar y recibir amor.

Pero hay una salida...

👉Es posible ayudar a tu cuerpo a que deje de interpretar como peligrosa la situación que vives, de manera que tu SNA deje de activar el mecanismo de escape-lucha.

Para ello es preciso acceder a una parte de ti, que es la que almacena la información que programó en ti "ruptura =peligro": tu mente subconsciente.

Los siguientes son ejemplos de métodos que puedes usar para reacondicionar patrones de hábitos y promover tu serenidad y armonía internas:

■ meditación

■ respiración abdominal profunda y rítmica

■ comenzar y terminar tu día dando gracias por tus muchas bendiciones

■ pasar tiempo con regularidad en la naturaleza

■ afirmaciones positivas que afirmen la vida

■ visualizaciones creativas

■ aromaterapia

■ reír a menudo

■ realizar actividades que te llenen y te hagan sentir positivo/a

■ simular sentir emociones edificantes como el aprecio, el amor y la compasión

■ escuchar sonidos naturales (no estructurados) y fluidos como agua que corre, viento...

Aunque el antídoto más potente para reprogramar el subconsciente es la hipnosis.

La hipnosis te ayuda a entrar en un estado de trance que te permite acceder a tu mente subconsciente y trabajar directamente con la causa raíz de tu problema.

La hipnosis que practico en las sesiones personales es una modalidad terapéutica que combina los principios más beneficiosos de Hipnoterapia, Psicoterapia, PNL y Neurociencia.

1 Dispenza, Joe. El placebo eres tú, Ed. Urano