“¿Perdonarle después de lo que me ha hecho?”
"Jamás le perdonaré"
"¡Eso es imperdonable!"
“¡No se lo puedo perdonar!”
"Me sentiría mejor si pudiera perdonarle…"
"Me gustaría tanto poder hacer las paces con él/ella…"
Cuando piensas o expresas cosas como estas significa que sigues sintiendo algún tipo de rabia, amargura, reproche, rencor, re-sentimiento, incluso si hace tiempo que ya no piensas en esa persona o situación.
La verdad es que todos tenemos problemas con el perdón en algún punto: algunas personas vivimos centradas en las disculpas que consideramos que se nos deben y no recibimos. Otras nos sentimos disgustadas con nosotras mismas porque no sabemos cómo pedir perdón. Hay quienes se sienten culpables y sin esperanza porque ya no tienen contacto con aquellos a quienes hicieron o les hicieron daño. Y otras muchas, especialmente las mujeres, tendemos a asumir la responsabilidad continuamente por casi todo lo que nos rodea y nos disculpamos demasiado a menudo.
“El perdón es muchas cosas:
Es una decisión, una actitud, un proceso y una forma de vida.
Es algo que ofrecemos a otras personas y algo que aceptamos para nosotros.
El perdón es una decisión, la de ver más allá de los límites de la personalidad de otra persona,
de sus miedos, idiosincrasias, neurosis y errores, la decisión de ver una esencia pura, no condicionada por historias personales, que tiene una capacidad ilimitada y siempre es digna de respeto y amor”
- Fred Luskin -
Para abrir el corazón al perdón es fundamental comprender que todos, sin excepción, estamos automatizados o programados como resultado de vivencias, traumas, rasgos adquiridos y proyecciones. Además, todos tenemos un niño herido dentro. Nadie se escapa ni de sus memorias, ni tampoco de la influencia que recibe de sus ancestros.
Si, por ejemplo, conoces cuál fue el razonamiento de quien te ofendió y aprendes a verlo más allá de su conducta “indebida”, puedes soltar el rencor, dejar de odiar y de sufrir.
En general, los motivos que hacen actuar a las personas se pueden dividir a grandes rasgos en sólo dos:
a) "Querer sentir placer"
b) "Evitar sentir dolor"
Cuando piensas en qué placer deseaba sentir aquella persona que le hizo actuar de esa manera, o bien en qué dolor pretendía evitar, te estás abriendo a una sabiduría mucho más amplia. Y no hace falta saber todos los detalles, con comprender la razón emocional que impulsó al otro -o a ti mismo- es suficiente. Tenemos acceso al perdón, aun sin tener todos los datos. Basta con apoyarnos en nuestra propia experiencia de la naturaleza humana, ya que podemos sentirlo todo dentro de nosotros mismos, en el sentido de que todos somos susceptibles de hacer lo mismo que nos hicieron, dadas las mismas circunstancias, biografía, limitaciones, etc. ¡Desde el SER somos todos iguales!.
Al tener todo esto en cuenta tu mente se flexibiliza, experimentas una elevación de la consciencia y obtienes mayor facilidad para tener una visión más amplia de cómo funciona la vida. Además, si sigues ampliando la perspectiva des de la cual suceden las cosas, puedes conectar con una que reconoce que nuestra vida no contiene errores, sino que, suceda lo que suceda en ella, siempre se está desarrollando perfectamente.
Desde esta perspectiva (panorámica), ya no habría nada que perdonar porque cada situación se estaría desarrollando perfectamente, exactamente como se suponía que debía desarrollarse.
Al dejar de vernos como víctimas y al alinearnos con la perfección de la vida, podemos abrimos a experimentar agradecimiento, un gran amor y alegría.
Sin embargo, hay que enfatizar que comprender no significa condonar. Uno puede comprender a otra persona sin creer que sus acciones son aceptables.
"El perdón requiere una toma de conciencia, un cambio de percepción,
otra manera de considerar a las personas y circunstancias
que nos han causado dolor y problemas".
- Marly Kuenerz -
Ser humilde es reconocer la pequeñez propia y la del ofensor, es aceptarnos pequeños, falibles, imperfectos, incorrectos, injustos, torpes, inconscientes, etc. por lo que comprendes y reconoces el derecho que todos tenemos a equivocarnos y ser imperfectos.
Cuando eres humilde no te abocas a criticar en forma destructiva a los demás. Tampoco te juzgas con dureza a ti mismo. La humildad te ayuda a comprender que la vida es un proceso para aprender. Si cometes un error, estate dispuesto a aprender de él. Si necesitas ayuda, que el orgullo no te impida pedirla. Y si algo doloroso te ha sucedido, sabes que esconde un aprendizaje para ti. Por tanto, al ejercitar la humildad comprendes que los demás también tienen mucho por aprender, puesto que son tan pequeños y falibles como tú.
Cuando no hay perdón, hay orgullo. Hay una parte de ti que exige la perfección (tú sabes cómo deberían haber ido las cosas mejor que Dios, la Vida, el destino...) y se niega a aceptar y tolerar los fallos, que es con lo que realmente aprendemos. Desde la humildad sabes que eres "un grano de arena en la playa”. No es que no seas importante, es sólo que formas parte de una inmensa playa, con infinitos granos de arena iguales a ti.
Además, practicar la humildad con otros te ayudará a concedértela a ti mismo (no puedes ser juicioso con otros y no serlo contigo mismo).
Ser tolerante es aceptar cosas que no nos gustan tal como son. Nos permite ser flexibles. Cuando practicamos la tolerancia no pretendemos imponer que otros piensen y actúen como nosotros, ni tampoco le decimos a la vida cómo debería ser sino que aprendemos a respetar el orden del universo (aunque no nos guste). Lo cual es un inmenso alivio, porque si hay algo mayor que uno mismo que es "quien" organiza y sincroniza los eventos, puedes relajarte y dejar de querer controlarlo todo (que las cosas sucedan como tú quieres).
Quien es tolerante puede distinguir lo importante de aquello que no lo es. Se muestra paciente y dispuesto a perdonar cuando la gente se equivoca, cuando la vida le trae lo que le trae. El intolerante critica, se queja, enjuicia y condena a los demás por pensar distinto y por actuar de modo diferente a sus expectativas. Cuando practicamos la tolerancia brindamos espacio para coexistir, para crecer y aprender. No permitimos que las diferencias nos separen.
Si piensas "Me es imposible perdonar a tal persona o tal situación", no te culpes ni pienses: "Soy un desastre porque no puedo perdonarle" o "Así no podré tener paz o ser feliz ", etc. Tienes que comprender que te han herido, y antes será necesario que lo aceptes. La aceptación no se trata de derrota o resignación, ni tampoco quiere decir que te guste lo que pasó o que estaba en tu poder detenerlo. Se trata de aceptar que te sucedió – y no se puede deshacer.
Quizá todavía no estés preparado para aceptar... entonces será necesario que te aceptes antes a ti mismo. Primero, uno se perdona a sí mismo. Esto es lo que en psicología se conoce como autoaceptación. Primero aceptamos que nos han herido, aceptamos el dolor que experimentamos, es decir, reconocemos y admitimos la verdad. Después nos autoperdonamos por no poder perdonar a tal persona. De este modo, conseguimos autoaceptarnos, y conseguimos el alivio que nos posibilitará perdonar más adelante.
El perdón es una acción responsable que requiere una gran valentía, pues eximes de culpa a lo de fuera y te haces cargo de ti mismo, de tus propias acciones, sentimientos, emociones, pensamientos y comportamiento.
En lugar de perder energía culpabilizando fuera, usas esa energía para tu propio beneficio. Es un acto que requiere fortaleza, coraje y generosidad. Al débil le es más fácil poner la responsabilidad fuera, en lugar de usar la situación para aprender y crecer. Cuando perdonas, alcanzas un estado profundo de dignidad y conexión.
En lugar de reaccionar con miedo, huir o negar que tiene algún poder sobre lo que está sucediendo, debe tomar medidas para evitar comportamientos dañinos recurrentes.
Debe reconocer los comportamientos que no son saludables, sin juicio, y asumir la responsabilidad.
La verdad es que todos nos negamos a perdonar a veces, pero una cosa es no perdonar una situación aislada y la otra es tener un patrón de respuesta automático de no perdonar nunca nada.
Ante todo, debes saber que no hay factores innatos que puedan impedirnos perdonar, ni tampoco se ha encontrado ninguna base química para no perdonar.
La mayoría de limitaciones a la hora de perdonar tiene que ver con:
2. el hábito. Según Fred Luskin: “La vacilación para perdonar es principalmente una cuestión de motivación. . . y nuestra tendencia a continuar reaccionando al dolor de maneras que no funcionan”.
La razón principal por la que las personas no perdonan es porque no saben qué es ni cómo perdonar. Carecen de la información y las herramientas. La buena noticia es que el perdón es una habilidad que se puede aprender, igual que aprender a jugar un nuevo deporte, hablar un nuevo idioma, etc. Y como toda habilidad, al principio se siente extraña, desconocida y tal vez incómoda…y con la práctica se vuelve natural, familiar, se perfecciona, etc.
Luego, están nuestras creencias o conjunto de ideas preconcebidas sobre el perdón, ideas que van acompañadas de sentimientos que las mantienen firmemente arraigadas en nuestro interior. Estas ideas proceden de nuestra familia, compañeros, maestros, religión, país y sociedad en general y se instalan en nosotros de por vida… hasta que decidimos reevaluarlas y actualizarlas.
Lo que creemos sobre el perdón puede provocar dos cosas: o nos abre o nos cierra posibilidades. Nuestro concepto del perdón determina nuestra disposición a perdonar y, por lo tanto, influye profundamente en el tono emocional de nuestra vida.
Tenemos muchas ideas equivocadas acerca del perdón. Por ejemplo, tener las ideas citadas a continuación frena el poder perdonar:
La lista podría ser más larga, pero de momento piensa si tener estas ideas te dejarán o no ser feliz...
Luego están también las ganancias secundarias. Siempre que persistimos en mantener un rasgo de personalidad o un comportamiento es porque conlleva beneficios asociados, aunque uno no tenga conciencia de ellos, que, en este caso, frustrarán el deseo consciente de perdonar. Algunos de los posibles beneficio de seguir manteniendo la rabia, el rencor o el odio podrían ser:
Quien no perdona persiste en…
No perdonar y permanecer con dichas actitudes significa ponerse en riesgo de sufrir problemas físicos y psicológicos serios. durante los últimos diez años aumentan las pruebas científicas, sobre todo las procedentes del nuevo campo de la psiconeuroinmunología, que demuestran que la rabia, el rencor, la agresividad, la vergüenza y el sentimiento de culpabilidad crónicos están muy relacionados con la enfermedad física.
La respuesta de Luskin es DEFINITIVAMENTE SÍ, siempre es posible perdonar, basándose en el hecho de que en cualquier situación dada hay personas que YA han optado por perdonar. Hay innumerables ejemplos a nuestro alrededor de personas que han perdonado en circunstancias extremadamente difíciles. Si lo permitimos, pueden inspirarnos a aplicar el perdón frente a cualquier desafío que enfrentemos en nuestras vidas. Algunas de las que, personalmente, más me impactan son las que ejemplifica Víktor Frankl, superviviente de los campos de exterminio nazis y autor de “El hombre en busca de sentido”; y la de las personas cuyos hijos han perdido la vida a manos de otras personas.
“El primer [obstáculo para el perdón] es nuestra tendencia a confundir una ofensa imperdonable con una incapacidad para perdonar. . . Nuestros principales obstáculos no son las ofensas en sí mismas sino la falta de herramientas con las que trabajar. Sólo imaginamos que es la naturaleza de la ofensa lo que es imperdonable. Sin embargo, si cualquiera de nosotros mira a su alrededor, encontrará personas que han perdonado la misma ofensa. . . Ninguna ofensa es imperdonable para todos. Si buscas siempre puedes encontrar a alguien que haya perdonado en una situación similar.”
- Fred Luskin -
La proyección es un mecanismo psicológico mediante el cual atribuimos a otras personas nuestros propios sentimientos, impulsos o pensamientos. Sobre todo aquellos que nos resultan inaceptables. Muy resumido, lo que la proyección nos dice es que todo lo que hay en nuestro interior es nuestro, por lo que si sentimos dolor, rabia, rencor o frustración con algo o alguien, en realidad la estamos sintiendo contra nosotros mismos.
Como todo está dentro de nosotros mismos, cada cosa que rechazamos es una parte propia que separamos de nosotros. Siempre que sentimos resentimiento hacia algo o alguien, en realidad estamos resentidos con nosotros mismos. Imagina que cuando eras pequeño tu padre te abandonó y a día de hoy no has conseguido perdonarle. Mientras no logres aceptar el abandono no podrás usarlo en tu vida y ser una persona completa. Es decir que en ti hay un juicio contra el dejar de lado, por lo que seguramente será muy difícil que uses esa forma de comportarte en tu vida, con las consecuencias negativas que ello tiene. Es muy probable que tiendas a quedarte pegado en relaciones, trabajos, proyectos, hábitos...ya que crees, inconscientemente, que dejar es malo. Es por este motivo que, al final se trata siempre de perdonarse a uno mismo.
Como todo es nuestro, mientras no resolvamos todas esas emociones y sentimientos “negativos” intensos no podemos perdonarnos. Y mientras no (nos) perdonamos, no podemos amar(nos). Y si no nos amamos ¿Cómo vamos a amar a otro?. El perdón es pues un paso imprescindible hacia el amor, ya que el resentimiento es su opuesto.
Cuando perdonamos, nuestra perspectiva se amplía y vemos salida a las situaciones. Dejamos de tener que defendernos, de tener miedo, de culpabilizar fuera y dentro. Ya no tenemos que castigarnos, pues nos sentimos en paz con la existencia.
Por otra parte, avances médicos han identificado que nuestro corazón tiene células inteligentes, que piensan y se reconocen, aunque de forma diferente al cerebro. Se habla del “cerebro del corazón” debido a estas células. Está demostrado que cuando el ser humano utiliza el cerebro del corazón crea un estado de coherencia biológico, todo se armoniza y funciona correctamente.
Esta inteligencia del corazón es una inteligencia superior -nuestra sabiduría profunda, nuestro Maestro Interior- que se activa cultivando las cualidades del corazón: la apertura hacia el prójimo, el escuchar, la paciencia, la cooperación, la aceptación de las diferencias, el coraje, el agradecimiento, la paz mental, la alegría, el optimismo, el perdón, la compasión, el amor… Todas estos sentimientos se traducen en reacciones bioquímicas mensurables que activan el innato sistema de curación del cuerpo físico y emocional, a la vez que contribuyen a la curación de los síntomas físicos.
El renombrado autor y teólogo, el Dr. Lewis Smedes, explica en su libro, Perdona y olvida: sanar las heridas que no merecemos: “Sabrás que el perdón ha comenzado cuando recuerdes a quienes te lastimaron y sientas el poder de desearles lo mejor”.
Asimismo, el Dr. Robert Enright, profesor de Psicología Educativa en la Universidad de Wisconsin-Madison, pionero indiscutible en el estudio científico del perdón y cofundador del Instituto Internacional del Perdón, una organización sin fines de lucro dedicada a la difusión del conocimiento sobre el perdón y la renovación comunitaria a través del perdón, define el perdón como la “ausencia de afecto, juicio y comportamiento negativos hacia un infractor y la presencia de afecto, juicio y comportamiento positivos hacia este mismo infractor”.
De modo que la cuestión es clara:
Escuela del Perdón, de Jorge Lomar. www.escueladelperdon.org
Escuela de Ho’oponopono. ww.mabelkatz.com/espanol
Association for Global New Thought. www.agnt.org
Beyond Intractability. www.beyondintractability.org
Hawaii Forgiveness Project. www.hawaiiforgivenessproject.org
Si hasta ahora no has conseguido perdonar, a continuación te propongo el siguiente ejercicio que puedes usar, con suerte, para ayudarte a comenzar el proceso del perdón hoy mismo, y dar un giro claramente favorable a tu vida.
Perdonar: Una decisión valiente que nos traerá la paz interior, de Robin Casarjian (2012)
Detenerse Mirar Perdonar Amar. Claves Para una Vida con Sentido, Enrique Guiraud (2014)
Perdonar es Sanar!: Libérese de Los Rencores Y Experimente Los Beneficios. Frederic Luskin (2014)
El Proceso de la Presencia. Brown, Michael, Editorial Namasté (2005)
Forgiveness Workbook, A Step by Step Guide. Eileen Barker
La ley del espejo. Yoshinori Noguchi (2010)
https://www.coaching-online.org/forgiveness-exercise/#2_Find_Empathy_For_Your_Aggressors
Aceptología. Gerardo Schmedling
Deja de ser tú, Joe Dispenza
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